Tras un año en el cargo como presidente del COFM, hoy entrevistamos a Manuel Martínez del Peral.
Comencemos hablando de tu cargo en el Colegio, ¿cómo han sido estos primeros meses?
Ha sido un año realmente intenso. Sabíamos desde el principio que iba a ser así, porque teníamos por delante dos retos importantes que han generado una gran expectación. El primero era aprobar la nueva ley de Farmacia de la Comunidad de Madrid. Después de meses de mucho trabajo, debate y negociación, nos hemos dotado de un marco normativo de futuro que nos va a permitir crecer como profesionales sanitarios para estar más cerca de las necesidades de salud de los ciudadanos y contribuir a aportar soluciones a los problemas sanitarios de la población madrileña.
El segundo gran hito ha sido elaborar un nuevo Convenio de colaboración entre la Consejería y las farmacias para los próximos cuatro años, que responda a las necesidades y aspiraciones de la profesión y ofrezca estabilidad económica al colectivo. Estoy muy satisfecho de los resultados alcanzados, porque nos ofrecen una base legal muy sólida para seguir avanzando.
Tengo que agradecer a todos los miembros de la actual Junta de Gobierno y a los profesionales del Colegio su enorme dedicación para sacar adelante ambos proyectos, porque no ha sido nada fácil. Y también el apoyo y participación de nuestros 14.000 colegiados. Gracias a su impulso podemos marcarnos objetivos profesionales que respondan a los grandes desafíos que la sanidad y la sociedad madrileñas tienen por delante, como el envejecimiento, la cronicidad o la dependencia.
Al aceptar el cargo te marcaste vario objetivos ¿cuáles has cumplido?
He mencionado ya los dos primeros. Es cierto que algunos de los nuevos servicios farmacéuticos contenidos de la ley, como la atención farmacéutica domiciliaria o la apertura de una nueva sección de Nutrición y dietética en la farmacia, están pendientes de desarrollo reglamentario, pero confío que sean una prioridad del nuevo Gobierno regional, porque atienden necesidades básicas de los madrileños. Más allá del nuevo marco legal, estamos acometiendo una renovación del propio Colegio que prepare a la institución para adaptarse a los nuevos tiempos digitales y nos permita ofrecer mejores servicios a todos nuestros colegiados. Con esta idea estamos desarrollando un Plan Estratégico colegial, que requiere un análisis profundo a nivel interno, con el fin de orientar todas nuestras capacidades para servir y ser cada día más útiles tanto a la sociedad y a la sanidad madrileñas, como a toda la profesión farmacéutica.
Existe la creencia de que cuantos más servicios ofrece una oficina de farmacia mayor valor tiene. En los últimos años hemos sido testigos de cómo cada vez más de nuestros clientes incorporaban a su oferta: productos de homeopatía, dermoestética, etc. ¿Cuál es tu visión sobre este tipo de estrategia? ¿crees que es acertado ofrecer de todo o especializarse?
La farmacia es un establecimiento sanitario que tiene que garantizar a los ciudadanos el mejor acceso posible a los medicamentos. Esto requiere preparación, formación continuada y el máximo compromiso profesional para conseguir resultados en salud para los pacientes. Con este objetivo, estamos desarrollando servicios como el sistema personalizado de dosificación (SPD) que va a facilitar el seguimiento farmacoterapéutico y contribuir a la adherencia a los tratamientos, e incorporando nuevas herramientas como el Bloqueo cautelar a través del sistema de receta electrónica que van a reforzar la seguridad de los pacientes y estrechar la colaboración con los prescriptores.
Más allá del medicamento, la farmacia debe ser también un espacio de salud donde promovamos la prevención y la promoción de la salud a través de servicios farmacéuticos de calidad que ofrezcan a los ciudadanos soluciones profesionales adaptadas a sus necesidades. Estamos trabajando en ampliar la cartera de prestaciones con nuevos cribados de enfermedades como el cáncer de colon. Precisamente, creo que una de las claves para crecer es personalizar nuestros servicios y adaptarlos al perfil del usuario o de determinado paciente, siempre con un enfoque de calidad y no olvidando nunca que somos profesionales sanitarios.
La pandemia dejó claro el valor asistencial del farmacéutico con los clientes, pero pasados ya dos años, ¿crees que perdura esa imagen en la sociedad?
Los farmacéuticos dejamos una huella profunda en la sociedad con nuestra actuación durante la pandemia. Estuvimos al lado de los ciudadanos cuando más lo necesitaban, atendiendo necesidades que, en muchos casos, no podía cubrir el resto del sistema de salud. La ley madrileña de Farmacia se construye sobre esta experiencia, porque los resultados fueron muy buenos para los ciudadanos. Creo que actuaciones como la atención farmacéutica domiciliaria, la realización de test de diagnóstico COVID o el consejo y reparto de material de protección que facilitamos a toda la población madrileña son difíciles de olvidar. Se trata de acciones que forman ya parte de la memoria colectiva de la sociedad y son un patrimonio de la propia profesión para seguir avanzando en una farmacia más asistencial y más volcada en los problemas de las personas y del propio Sistema Nacional de Salud.
Algunas de las demandas de los farmacéuticos son la atención farmacéutica a domicilio y la colaboración con la farmacia hospitalaria para dispensar fármacos ¿qué opinas de estas reclamaciones?
El Colegio de Madrid está trabajando en ambos terrenos, porque responden a una necesidad social clara. La nueva ley de Farmacia regula la atención farmacéutica domiciliaria para ofrecer este servicio a los pacientes vulnerables y dependientes. Es una realidad social que tenemos que atender con todas las garantías profesionales. Los farmacéuticos lo hicimos durante la pandemia y queremos seguir facilitando el acceso a los medicamentos y al consejo farmacéutico a los ciudadanos más vulnerables. Queda pendiente el desarrollo reglamentario y espero que se pueda abordar pronto y que se lleve a cabo de la manera más positiva para todos, para lo cual el Colegio estará pendiente de ello.
Por otro lado, iniciamos en marzo un proyecto piloto entre la farmacia hospitalaria y las farmacias comunitarias del barrio de La Latina en Madrid para acercar los medicamentos de dispensación hospitalaria hospitalarios a los pacientes con tratamientos VIH. Creo que es una iniciativa que, en primer lugar, beneficia a los pacientes al evitar desplazamientos a los hospitales y que, al mismo tiempo, se nutre de la colaboración entre los farmacéuticos del hospital y de la farmacia comunitaria para asegurar la continuidad asistencial del paciente, que es fundamental. Estoy convencido de que la experiencia nos va a servir de base para acometer nuevos proyectos conjuntos que enriquezcan la experiencia de los pacientes.
En 1221 se creó el primer espacio en el que se dispensaban medicamentos. Desde entonces, ha llovido mucho, y las oficinas de farmacia no han dejado de evolucionar. ¿podrías hacernos un retrato robot de la oficina ideal en 20 años? ¿cómo será?
Me gustaría tener una bola de cristal para poder ver lo que me plantea. Es una pregunta difícil. Me gustaría que esa farmacia del futuro no pierda sus señas de identidad: el trato humano, cercano y personal con el paciente y las puertas siempre abiertas a todos los ciudadanos, con independencia de dónde vivan. Son señas que forman parte de nuestro modelo y esencia profesional, por ello deben estar presentes en cualquier desarrollo que acometamos.
Dicho esto, también es cierto que la farmacia debe evolucionar al ritmo que lo hace la sociedad, la ciencia y la tecnología. Necesariamente, la farmacia del futuro será más digital para tener también un mayor alcance social; incorporará nuevas tecnologías que nos permitirán automatizar tareas y procesos, sacar más provecho de la información para poder así dedicar mayor tiempo a los ciudadanos; y quiero pensar también que incidirá más en la prevención y el cuidado de la salud.
Por último, me gustaría que la farmacia tenga la sostenibilidad económica y la estabilidad necesaria para poder prestar todos los servicios asistenciales y sanitarios que la población se merece con la máxima calidad y continuidad. Espero que el trabajo del farmacéutico comunitario sea valorado y sea sostenible, para que la farmacia comunitaria sea una modalidad de ejercicio pujante y más atractiva para las futuras generaciones de farmacéuticos.
Te damos una varita mágica con la que puedes pedir tres deseos que, si fueran realidad al finalizar tu mandato, te harían sentirte muy feliz, ¿cuáles sería esos logros?
¡Definitivamente, eso sería jugar con mucha ventaja! Más que pensar en varitas mágicas estamos trabajando para hacer realidad cambios transformadores que permitan, en primer lugar, visibilizar más y reivindicar todo lo que puede ofrecer la profesión farmacéutica en las distintas modalidades de su ejercicio profesional: en la farmacia, la investigación, la industria, los análisis clínicos, la distribución, la salud pública, en tantos ámbitos donde tenemos capacidad para mejorar la salud de los pacientes y la calidad de vida de la población.
En segundo lugar, nos hemos propuesto estrechar la colaboración con el resto de los profesionales sanitarios, porque es la fórmula para optimizar no solo esfuerzos y recursos que potencien el sistema de salud en un momento que está especialmente tensionado, sino también para lograr resultados en salud duraderos en el tiempo a través de un mayor papel en la prevención, en la indicación farmacéutica en síntomas menores y en tantas áreas donde podemos contribuir. Son objetivos que, sin duda, nos tenemos que marcar como profesión.
Y, por último, al final del mandato me gustaría ver que hemos avanzado en una farmacia más asistencial, más participativa e integrada dentro del sistema de salud y, a la vez, más abierta al ciudadano, a sus problemas y necesidades, una farmacia que ofrezca soluciones y que siga prestando un servicio esencial, tal y como hemos hecho durante la pandemia. Y, por supuesto, como decía anteriormente, que sea sostenible para poder prestar sus servicios con la calidad que merece la población.